CAPÍTULO 1
Paseo por las nubes y el mundo es como yo quiero.
Un perro con frac me da los buenos días. Yo le contesto con una reverencia y un globo de color verde que él coloca en su solapa.
El presidente del mundo me llama a grito pelado. Quiere mostrarme su nueva sonrisa a la que se le han caído los dos primeros dientes. También me enseña con orgullo casi paterno la piruleta causante de tan feliz acontecimiento. Después se va corriendo. Tiene asuntos importantísimos que atender: parece ser que en el Gabinete Cósmico están dando los retoques finales a la "Peonza Fantastigiosa", último proyecto del Ministerio de Asuntos Lúdicos... Me lo ha contado el pájaro reidor.
Saco de mi bolsillo derecho mi monociclo, del izquierdo, mi antigua máquina de escribir y de mis dedos, las ganas de parir millones de historias en blanco y negro.
CAPÍTULO 2
Sin embargo...
CAPÍTULO 3
Hoy ha muerto un hombre. Nada raro, salvo porqué. Antes de sufrir el macabro desahucio ordenado por el monstruo, se ha quitado de en medio ahorcándose en esa casa que ya no es suya... El monstruo lo ha dicho: ya no es tuya. Así que el hombre ha huido de la vergüenza, pero no de la suya, no, no, ni hablar: huye de LA VERGÜENZA, con mayúsculas. Ha dejado una familia perpleja y destrozada, quizá más perpleja que destrozada, quizá al revés, quizá ambas cosas... Unos días más tarde, veremos a su hermana en la tele que con los ojos muy abiertos dirá que tiene un dinero que ha matado a su hermano. ¿Quién sabe qué guarda bajo ese rostro que apenas expresa nada? Sólo ella sabe qué siente o qué no es capaz de sentir aún. Mientras tanto el monstruo, que mira la tele con gesto de fastidio, guarda en su caja fuerte el dinero que el hombre ya no le debe porque ha muerto.
CAPÍTULO 4
¡Cuánta tristeza cabe aquí...! Has tomado este lugar, igual que has tomado mi cuerpo. Eres obscena, fea y maloliente... Yo también soy todo eso ahora. Pero lo peor de todo es el dolor. No diré insoportable porque lo sigo soportando con estas últimas fuerzas que yo no quiero. Podrías haberme robado la consciencia, pero no: es lo único que me dejas. Quizá lo has hecho siguiendo un generoso impulso para regalarme una última esperanza, porque lo cierto es que espero que llegue por fin la muerte galopando sobre su hermoso corcel negro y con su no-ser libere de tus mugrientas garras a esta flaquísima y amarilla dama... ¿Sabes? a mi inevitable final, tan inevitable como el de cualquiera, podría haber llegado entera, hermosa, consecuente, pero gracias a ti, loca macabra, moriré disfrazada de vergüenza y vísceras retorcidas.
CAPÍTULO 5
Sin embargo...
CAPÍTULO 6
Recortes en sanidad.
Recortes en educación.
Recortes en dependencia.
Recortes en cultura.
Recortes en humanidad... ¿Humanidad?
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