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martes, 30 de septiembre de 2014

Edición 2014 - Diosito que estás en los cielos, por Alas de Mariposa Azul

Diosito, aquí estoy de nuevas para suplicarte que me ayudes. Tú eres mi única esperanza. Ya no se qué más hacer. Nadie ha llamado desde el lunes para alquilar la habitación. El plazo se agota, tú lo sabes. ¿Cómo voy sino a pagar la hipoteca que se me subió por las nubes? Nadie me avisó que esto podía pasar. Don Ramón, el Director de la Oficina me convenció con sus números y sus cábalas de señorito universitario.
Diosito, yo le creí. ¿Cómo no iba a confiar en ese muchacho guapo, tan elegante y tan bien perfumado que se interesaba tanto por mi bienestar?. Me llamaba y me trataba como a una persona importante. Tranquila, me decía, y me echaba las cuentas. “No te preocupes, Joanny, que con tu sueldo de limpiadora saldrás adelante. España, no es como Perú, aquí tratamos a la gente como se merece y les damos oportunidades. Tendrás tu hogar en esta bendita tierra. Nadie podrá echarte de tu casa ni de este país.”
Y Diosito, ¡cómo no creerle!. ¿Sabes?, era tan requetebonito el pisito. Con sus tres habitaciones y su salón grandote donde ya me imaginaba toíta orgullosa y feliz invitando a celebraciones a la familia. Y sí, Señor, si hasta tenía una piscina de ricos, allá, al fondo, se te aparecía como una visión de estanque dorado en medio de esa colmena de ventanas todas tan igualitas. ¡Ah!, ¡Señor! Todo era tan ordenadito, tan nuevo y acabadito. Nunca, jamás soñé algo así para mí, ni en mis mejores fantasías.
Y ahora, Diosito mi sueño feliz se me derrumba. Don Ramón me amenaza con cosas horribles. Me habló del euribor y yo no sé qué hijoemadre cosa es esa. ¡Pérdoname Diosito!, por ser tan malhablada. Vos sabés que no soy yo, que es la desesperación que se ha apoderado de mí. Que yo le quiero a Usted, que confío en su milagrosa ayuda, que ya no me queda a quién rogarle.
Ese coenchudo malparido de Don Ramón me dijo que tengo que pagar ¡500 euros más por la hipoteca!, que sino me quitan el piso. ¡ Perdón!, ¡Perdón! Señor, no me tenga en cuenta tanto desmadre. La injusticia me está volviendo el alma negra y la boca amarga. Pero Vos sois sabio y pesáis los corazones, sabés de buena tinta que yo soy buena, que tengo fe y que Usted que tanto pasó sabrá entender y consolarme en mi infortunio.
Diosito, ¡hábleme!, se lo suplico Señor,¡hábleme!. Porque ahora, ¿dónde voy yo?, ¿dónde?. Con mi sueldo de limpiadora y este embarazo que me pesa como un muerto. Esta niña no va a venir con un pan debajo del brazo, lo sabré yo. Desde que se me empezó a notar la barriga la encargada me miraba por el rabillo del ojo y ayer me escupió la mala nueva, que me fuese despidiendo, me dijo, que pasaba a un contrato de horas para limpiar el ambulatorio.
Diosito, ¿qué voy yo a hacer ahora? Mi Joaquín sólo gana 900 euros y con mis 400 salvo la hipoteca pero no da como pa´comer, pa´la luz o el agua.
Diosito, le ruego, le suplico: ¡alquíleme la habitación!. Por mí ya no le pido más, por la niña que viene en camino. Prometo que si algún día tengo algo de plata le haré un faldón bien bonito de bordados dorados y colores brillantes al Niñito como los del Perú. Porque yo, Diosito, soy una persona noble, agradecida y aún habiéndome nunca encontrado en tanta miseria siempre ofrezco algo que dar. Y a Usted, que siempre tanto me acompaña le pido valor para no verme en la perra miseria de la que huí y para que este ahogo negro que me oprime el pecho como una losa de muerto desaparezca.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Echa unas monedas en el cepillo.

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