Mi nombre es Pedro Picapiedra y mi vida es una verdadera pesadilla.
Trabajé muchos años en una cantera. Un oficio realmente duro, pero tenía que mantener a la familia.
No me iba mal, no podía quejarme. Incluso conseguí ser propietario de un chalé adosado en Rocabanchel, hasta que Hanna & Barbera decidieron despedirme y pasé a engrosar la lista del paro.
Mi vida cambió del color al blanco y negro.
Nunca me he quejado de ser un dibujo animado, o de la inseguridad que supone la dependencia de los caprichos de un guionista. Pero es triste no disponer de pecunia para llegar a fin de mes, ni siquiera para llenar el depósito del troncomóvil.
Wilma me abandonó, llevándose con ella a la niña. No pude evitarlo y me supuso un dolor insoportable.
Empecé a beber.
El tiempo pasa rápidamente y la miseria se hace fuerte en las vísceras y en el alma, como la osamenta de un dinosaurio oscuro.
Cuando quieres darte cuenta, eres lo que se llama "un parado de larga duración". Con tu edad, nadie va a contratarte. La sociedad solo piensa en ti como en una vergonzosa rémora de la que es difícil desprenderse.
Mi nombre es Pedro Picapiedra y, créanme, es muy duro ir por la calle y que la gente vuelva la cara para no verme. No sé si es por lástima, o porque piensan que les voy a pedir dinero.
La semana pasada, mi mejor amigo, mi vecino Pablo Mármol, se suicidó cuando iba a ser desahuciado de su vivienda por no poder pagar la hipoteca. Pero el corazón de los banqueros es duro como el granito, y ni siquiera el mármol pudo soportarlo.
Ya ni siquiera el alcohol me alivia.
He pensado quemarme a lo Bonzo. Ya saben ustedes la facilidad que tenemos los dibujos para salir ardiendo...
Pero temo que, cuando llegue la hora, me posea un siroco incontrolable que me anime a llevarme conmigo a un puñado de hijos de mala madre.
Y no, no está bien morir matando.
Pero eso díganselo ustedes a los guionistas.
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