Que no tenemos miedo,
que no,
que el miedo
se quedó en otras cárceles.
Que no debemos de tener miedo,
que no,
para luchar
contra la perpetuación insolente
de quien miente,
de quien engaña,
de quien pretende
seguir amarrándonos en un puño.
Que no deberemos tener miedo,
que no,
para ser libres,
aunque la libertad cueste toda una vida,
aunque tengamos que volver a sangrar
por la Utopía.
Es un lujo en el ahora y aquí
no dejar la voz
por lo que nos dejaron otras voces,
no dejar el cuerpo
contra los que nos mintieron,
por lo que asumimos como corderos.
Que no, que no,
que se acabaron los tiempos de disfraces,
de discursos tardíos y de secano,
de parafrasería de otros tiempos
secos y yermos.
Que no,
que nos sigue quedando la palabra,
hoy, mañana;
sobre la tumba
y debajo de ella,
porque no hay fuerza
que calle a un pueblo
cuando se levanta.
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