El reloj marcaba las dos y cuarto de la madrugada de un 24 de diciembre de 1999, y todavía no habían aparecido los primeros síntomas de sopor, el amigo Morfeo no me había visitado aun, lo tenía controlado, con un par de vulgares cafés de máquina que me mantenían alerta.
El edificio donde prestaba mi trabajo estaba situado en un Polígono Industrial, era una fábrica semi-abandonada donde sólo una cámara en la verja de entrada cubría escasamente las necesidades de seguridad.
...Y de pronto... Una sombra, un cambio de luz y mi cabeza giró bruscamente hacia el monitor para que mis ojos buscasen en la gran verja de la entrada.
Una figura delgada, vestida de color oscuro estaba mirando a través de la cámara de seguridad. La figura no paraba de dar saltitos.
- ¡ Por favor que alguien me ayude ¡ - gritó aquella figura, con acento extranjero de mujer.
Me acerqué a la puerta, con la precaución que la madrugada y lo solitario del lugar reclamaba. Mirándola, intentando encontrar algún signo de hostilidad, volví a escuchar aquella frase...
- ¡ Por favor que alguien me ayude ¡ -
- ¿Qué le ocurre, se encuentra bien ?- dije con tono fuerte mientras me acercaba a la verja.
- ¡ Oiga ¡ ¡ por favor, ayúdeme ¡ - ¡Tengo mucho frio !... Dijo la mujer con voz mas que temblorosa.
Abrí con suma precaución, hacia un frio que helaba la respiración, y la chica delgada tiritaba como a nadie había visto nunca, me confesó con balbuceos que apenas sentía las manos y los pies.
La ayudé a entrar al edificio y llamé al Samur, estos me comentaron que tardarían en llegar pues todas las ambulancias estaban ocupadas.
La muchacha no paraba de quejarse, la ayude a quitarse el recosido abrigo, y la invité a que se sentara al lado de un viejo radiador, mientras yo me acerqué a la máquina de café a sacar un chocolate e intentar engañar al cuerpo helado de la chica.
Mirando aquella muchacha como se calentaba las manos con el vaso de chocolate antes de llevárselo con sus manos temblorosas a la boca, pensé en la cruel vida que llevaría.
-¡ Por Dios..., no siento apenas los pies!- me dijo mirándome con compasión.
La quité rápidamente las roídas playeras que llevaba y envolví sus maltrechos pies con mi anorak.
-Voy a llamar de nuevo - la dije
Esa noche era mejor no tener incidentes, pues los Samur no daban abasto. No podrían venir todavía.
Por el calorcillo del radiador y el chocolate la chica se fue recostando sobre la silla y cerro sus ojos, yo no podía dejar que se durmiese por lo que intenté auparla con sumo cuidado de la silla pero no podía mantenerse de pie por el fuerte dolor que sentía en estos...
...Y como por arte de magia oí sirenas y vi unas luces reflejadas en los sucios cristales de la fábrica, rápidamente cogí a la chica en brazos y salí disparado al encuentro de esas luces salvadoras.
Pocos días después, dando un paseo encontré a la muchacha sentada en un sucio banco lleno de cartones y viejas mantas, acompañada de dos mendigos. Ella me reconoció, me sonrió, y alzando la mano, me señaló descaradamente, sin bajar la mano se levantó del banco, y con pequeños saltitos, les dijo a sus compañeros gritando...
- ¡¡¡ ESE ES ...ESE ES ...ESE ES... MI PAPA NOEL ¡¡¡-
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