Nació nuestro amado santo en el seno de una familia sumamente numerosa y sumamente humilde. Como preludio y señal de lo que sería su paso por este valle de lágrimas, quiso ver la luz con dos meses de antelación, por lo cual debatióse entre la vida y la muerte, en una situación de extrema fragilidad y dentro de una caja de zapatos rellena de algodones, al no disponer la familia de iguala médica que le asegurara incubadora.
Creció como pudo la criatura. Creció aprisionado en la horquilla baja de los percentiles de peso y estatura previstos para su edad. Dado que en su hogar la comida escaseaba, el reparto del puchero se realizaba bajo el famoso método de "Cucharada y paso atrás" lo que le perjudicaba al ser sietemesino y enclenque, aunque de sus labios jamás salió queja alguna.
Cursó estudios básicos en el colegio de su barrio, en el que pasó tan desapercibido que los profesores no se enteraban de su paso por las aulas y le consignaban continuas faltas de asistencia. En su expediente escolar constan las calificaciones de cada curso, todas entre el 4,5 y el 5. No llegó a repetir curso, pues la responsabilidad con sus deberes familiares le obligaba a ceder los libros al hermano que le seguía en la línea sucesoria tal y como él los había recibido de su antecesor, por lo que, obediente, se esforzaba por cumplir con lo que se esperaba de él.
Al llegar a la adolescencia sintió la natural llamada de la carne, sin embargo apenas pudo devolverla o contestar ya que siempre se hallaba sin saldo. Fue por entonces cuando se presentaron ante él las típicas dudas adolescentes que le llenaron de zozobra, aunque poco. Quería decantarse por un camino que colmara sus expectativas académicas y que, además, le insertara con éxito en la vida laboral, cual era el deseo de sus amados progenitores. Descartada la Universidad por lo elevado de su coste y lo exiguo de sus notas, optó por la Formación Profesional y estudió, en primer lugar, Ciclo Medio de Fogonero y, animado y con deseos de superación, terminó otro de Tañedor de Campanas.
Pero para entonces, y aunque hizo todos los esfuerzos posibles, Lehman Brothers se despeñó, arrastrando en su caída, entre otros muchos, a la industria de los Ferrocarriles a Vapor y a los luthiers de campanas.
Quedó nuestro amado santo desempleado, junto con otros cinco millones casi seis de personas en edad de merecer. No le quedó otra que abandonar sus sueños de gloria y buscar tajo en donde fuera, mayormente en las empresas que aún conservaban poderío para tirar del carro: la construcción y su filial, la fabricación de burbujas al detall.
Comenzó a trabajar en las obras de "La Ciudad de las Artes, las Ciencias, la Educación, la Filatelia y la Papiroflexia". Sin contrato, sin seguros y sin sueldo, él se subía al andamio con alegría y con una bolsa de pipas. De vez en cuando le aplicaban un ERE cuando no dos y entonces se veía obligado a devolver parte de la prestación de desempleo que hubiera cobrado en un futuro, en otro universo paralelo o en otra época anterior a la Reforma Laboral.
Fue un día hermoso y con sol, cuando, subido en lo alto del andamio, escuchó una voz que decía:
--Alguien debe morir.
Seguida de:
--Si es que hasta que no se mate alguien no van a parar, te lo digo yo, José Eloy.
Entonces una luz cegadora, como de zarza ardiendo, iluminó su alma y decidió inmolarse y ofrecer su vida por la Justicia Social.
Cuentan los testigos que le vieron volar, como a Superman, pero hacia abajo. Cayó encima de un contenedor de residuos orgánicos que, al ser tocado por su sangre, se trasmutaron en bolsas y bolsas de productos de primera necesidad de marca blanca.
A su entierro asistieron unas 50.000 personas, según los convocantes (docena y media según la Delegación de Gobierno de aquí, de Madrid) que fueron dispersados por las fuerzas del orden dispuestas en formación de tortuga.
Desde aquel glorioso día, son innumerables los testimonios que dicen haber visto a San Precario bajar una y otra vez de los andamios y, con su Santa Presencia, parar desahucios llenando de confusión a los agentes judiciales; son muchos los que se consagran a su protección para que convierta en ramos de azucenas las pelotas de goma (como en el grafitti de Banksy pero al revés) y los que aseguran que es capaz de multiplicar los panes, los peces, los macarrones y las galletas que duermen el sueño de los justos en los Bancos de Alimentos.
Incluso se dice que, gracias a San Precario, la banca alemana en masa se ha convertido al Pastafarismo y se dedica a pulir el mármol de los monumentos griegos, aunque este último milagro está pendiente de autorización y refrendo por el Santo Padre.
San Precario bendito, tú que nos iluminas sin subir la factura, por tus gozos y tus sombras, líbranos del Mal, la Austeridad, la Prima y la Comisión Europea , no nos dejes vivir por encima de nuestras posibilidades y haz que volvamos a ganar Eurovisión.
Amén.
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