Ya se me ha olvidado lo que venía a decirles,
ya ni recuerdo hace cuanto
escribí lo que siento por medio del canto.
Camino a través del desierto
del como y del cuanto me pierdo
en quehaceres diarios: rutina y espanto
que van, poco a poco, poniéndome al tanto
de cómo este mundo, mi mundo, mi llanto
mi yo verdadero sumerge entretanto.
Y aquel asidero que aporta mi canto,
esa inyección natural de mi yo más gregario,
caduca a tenor del comercio diario,
según me sumerjo, se apaga mi encanto
y aumenta el trabajo, quehacer necesario
al que la vida me enfrenta, ¡cabrón calendario!
que apenas escribo, ni siento, ni canto.
Ni jodo, ni barro, comercio y me estanco,
y apenas escribo este ejemplo de aislado
triste como un peciolo asustado
en el limbo de ver que a su lado han pisado
manadas de toros, salvaje estampida,
y toda suerte, todo vestigio han podado
de vida y poesía, de savia y retina,
y solo el olor de la tierra mojada
en la penumbra alejada de la sombra alargada
me deja escuchar el letano quebranto
de mi alma perpetua en la fiebre y al vida.
Hoy trataré de conectar con mi versión más elevada de mí mismo,
aunque luego me olvide, baje del escenario
y me vaya perdiendo en el día a día precario.
Siempre recobro el semblante, ¿eeh?
siempre regreso a la fuente de la vida
de la ilusión latente de la verdad contenida
entre paredes de hermético acero pulidas.
La ilusión es invencible, siempre regresa.
La verdad, inconfundible, siempre te pesa.
Dirán que estoy loco... ¿O quizá estoy muy cuerdo?
¿No será que estamos todos un poquito locos?
¿Hay algún cuerdo en el mundo?
¿Existe ser humano sobre al faz de La Tierra
que sepa, en verdad, que el alma se cierra
si desoye la voz, la cordura privada,
el silencio interior al que el alma se aferra
cuando todo pensar a su lado es manada?
¿La locura no es más que distintos estadios del ser?
¿Quién es más loco?
El pobre individuo sometido a diario,
ignorante de aquellas versiones de radio
que apenas subsisten pero siempre están vivas
en la oferta oficial de un producto arbitrario
que controla y define preferencias masivas.
O el pobre cantor que, de trémula ardiente canción de palabra incisiva,
decide que el canto es verdad transmisora
y asumiendo posturas aisladas, derivas,
y se lanza a la calle a cantar sin demora
por una moneda ambulante mendiga.
No se si estaré loco...
Solo sé que quien soy aún está lejos de quien intento ser...
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